Mis manos, en tus áridas quimeras,
queriendo recorrer los laberintos de sudor de tus caminos infinitos,
reconociendo tus labios lentamente,
siguiendo la melodía de tus brazos en el baile de arrumacos
dejando así en mi espina dorsal el deseo
mientras temblando te respiro.
Te acurruca la noche y tus ojos se aíslan del mundo,
te enmudece el sonido de los sueños,
se alejan los ecos del día
y tu taquicardia parece tímida.
Cuando todo te destierra del estímulo,
tu voz rebota en esta habitación,
se multiplica con cada "debería haber..."
La imagen de tu silueta se despliega desprejuiciada
por cada segundo de piel que tropieza;
sutilmente la abraza despacio, regalándose,
como si conociera sus secretos.
Las notas se suceden en un concierto de violines
con mis piernas tocando la armonía de tu espalda,
queriendo saborear cada momento
del paralelo imaginario en donde nos encontramos.
Repentinamente mis manos entienden y te saben lejos,
y le enseñan al cuerpo el camino a la calma,
y todo se produce mientras tu boca no imaginaria
suspira la inconsciencia de estar aislado de mi...