Una noche burbujea el sol
cuando un beso marchito de dos días
me muestra que el tiempo transita en la calle
de las oraciones no tan desnudas.
Entre manos, un no-recuerdo
que me deja adornada de enojo.
Me descubro relatando la intriga,
sin escupir una palabra
que nos muestre un poco lo que somos.
Sin embargo, nos arde la boca al mirarnos
y nos inundan los sueños de fotos desgarradas.
Un juego profético de dudas
que ni intenta resolver nuestra distancia.
Tus brazos se aferran a mis creencias imaginarias
entendiendo el vicio de mi pelo destrenzado
para que vuelva a quedarme desvistiendo palabras.
Para que vuelva a creerte como ya te creo.