Tu cuerpo inconsciente murmura a las sombras
que de a ratos los ojos nos muestran.
Tu fe te envuelve entre las pieles para creerte sin miedos.
Tus inhóspitos latidos resuenan en mis dedos
y te fundes para volverte etéreo.
Camino intranquila
hacia una tormenta de hojas colmadas de alegatos
que lavan la mugre impregnada en el alma.
Me congelo en este simulacro de ausencia
cuando el devenir me trae al todo
al no esperar nada.
Me sumerjo en la maraña de tus arrumacos,
que me respiran, me aquietan, me calman.
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